LA NOCHE MÁS HERMOSA
Muy poco duraba el día en aquel suntuoso palacio y, cuando llegó la noche, y ya la hermosa joven se había recogido en sus aposentos, sintió junto a ella la presencia sutil de un enamorado que la llenó de caricias y la colmó de ternura: era Cupido. Este, a preguntas de Psique sobre su personalidad, rogó a la hermosa muchacha que se conformara con gozar de su presencia y con estar a su lado, pero que no tratara de desvelar el misterio de su vida. No obstante. la recomendación más encarecida de Cupido a su amante Psique fue la de que no tratara de ver nunca su rostro pues, de lo contrario, se romperla todo lao entre ambos y una gran desdicha los alcanzaría.
Cupido siempre abandonaba aquel nido de amor cuando llegaba el alba y, aunque a Psique le hubiera gustado tenerle a su lado también durante el día, sin embargo, respetaba las razones de su misterioso consorte y no se le pasaba ni por la imaginación desatender de las recomendaciones de aquél.
Había transcurrido tanto tiempo desde que la joven Psique saliera de la casa de sus padres que, un buen día, le entraron ganas de visitarlos. En cuanto tuvo ocasión, se lo consultó a Cupido y, éste, desaprobó la pretensión de su compañera. Pero, como Psique no escuchaba de labios de Cupido razón alguna que la convenciera de lo contrario, volvió a insistir sobre la conveniencia progenitores. Cedió por fin Cupido y, su joven y hermosa mujer, fue a visitar a su familia.
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